Espejismos
Nada que difiera de lo otro
y también de lo anterior
anterior
y detrás sólo una mirada
oblicua,
un jardín tal vez,
un bus destartalado
los pasos casi imposibles
de los viejos
que ya no encuentran
sus manos.
Así es el temblor
de los que saben.
El gran equívoco:
tomar la frágil vida
como el eterno pájaro
en su vuelo inverosímil.
Del tiempo…
El tiempo se mide entre gentilezas
y sonrisas de venganzas.
Mirando siempre el horizonte se percibe
la resistencia
los filosos hábitos
que esquivan el vacío.
Los besos de la nada
que acarician la boca.
No es fácil medir el rencor
al mismo tiempo que se improvisa
para cosechar ideas
que mueven la sangre hacia adelante
hacia atrás
hacia el punto inicial de la tragedia.
Incautos
Todo indica que estamos
donde debemos estar
pudriéndonos sin edades intermedias
pero no como la uva
que forma el mosto de la vida.
Figuras sin relieves agudizan el proceso.
El cielo sólo es una grosera red
para atrapar incautos.
¿Incautos?
Pero no es de esto que quiero hablar
y sin embargo me traiciono.
Brota la peste y se extiende
como esa enfermedad espontánea
que disfraza sus llagas.
No, no es de esto que quiero hablar
porque las ciudades y el espacio
cambiaron de dueño
y los planetas están al alcance de la mano.
No, tampoco quiero hablar de mí
o de mi ojo absurdo
sino de esos hombres incautos
que se desplazan con sus
burros a cuestas y traicionados
con la fe en el cielo
que se les hunde en la tierra.
Chatarra
Fulminados por la obsesión
desparraman las benditas aguas
con los ojos taimados
oblicuos de secretas venganzas.
Así es hijo mío.
Los anillos de sellos
de los vendedores de cielo
chatarras de peso olímpico
estampillados con sonrisas
en esta nueva era
que va dejando una larga cola
de muertos con añoranza
de algo que nunca fue.
Duerme hijo mío
como duermen todos
con esa piel
que ni siquiera les pertenece
y no esperes a los olímpicos
vendedores de chatarras
que acomoden tu camastro.
Emperadores
En mi infancia
los emperadores reinaban en el mundo,
vestían de todos los colores
y no me daban como el de Wallace
Stevens helados solamente
sino me contaban historias
que cambiaban el color de las calles y los árboles
y eran como un furioso soplo que me movía
por encima de todas las catedrales.
En mi infancia hubo muchos emperadores
que me rodeaban todo el tiempo y aún
en la cama que compartía con la abuela.
Tapaban las goteras con sus manos celestiales.
En mis enormes orejas silbaba
mi padre
y los animales alados que cubrían la tierra.
Salgari y Sherezade
eran esos míticos pájaros
o duendes-emperadores
que acariciaban mis sueños
de futuras nostalgias.
Obra: Intercambios, Antología, Ediciones Florida Blanca, Buenos Aires 1998
Velos y Texturas, Antología, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 2000
Viajes y Re-conocimientos, Ediciones Barataria, Buenos Aires, 2003
Fue profesor de Lengua castellana; Literatura, Teatro y Cine Latinoamericano en diferentes universidades de USA. Tradujo a los poetas franceces; Renè Daumal, Joe Bousquet, Andre Du Bouchet, entre otros. Salmos del mistico hindu Toukaran; Canto de los arabes del poeta preislámico Shanfara.