BREVE ANTOLOGIA POETICA, LUIS BENITEZ.
Ediciones Juglaría. 2008.
La presente obra reúne, de modo selectivo por parte de Elizabeth Auster, los textos del autor que pertenecen a libros publicados oportunamente. El texto está introducido por la poeta quien enmarca a Benítez en la generación argentina de 1980, cuya característica más expresa es la incorporación de elementos poéticos y extrapoéticos y su diversidad. Por su parte, en la contratapa del libro, Reynaldo Uribe, poeta y editor, nos habla de una poesía “entrañablemente humana y sensitiva” Citaré a modo ilustrativo un poema de cada fracción del Indice, que responde a los libros aparecidos. De “Poemas de la tierra y la memoria” (1980) cito: “¡Oh! Trae el vino negro”, poema de solicitud, de imploración, de amor y muerte, de pasión por la escritura y su engendramiento. En este poema dos personas comparten el borde de -realidad-ensueño-fantasía-, dos seres experimentan juntos el placer, el dolor, los miedos: el poeta y su espectro. Sus imágenes adquieren una fuerza exorbitante, así en el ruego del título va implícita una esperanza, el vino es lo central, imagen motivada que acarrea la muerte pero también la sangre y el semen de los nacimientos. Implora esos ojos de fuego y de mareas como vino nutricio para que su palabra no se extinga. Pero no es un vino translúcido, es oscuro y profundo, como el tiempo de los tiempos, como el útero, como “la seca calavera” que hace su noche. Del amor dice: “mientras el seco rostro del amor / me apaga lentamente cigarrillos sobre el estómago…” no existe ningún puente todo yuxtapuesto, muerte y amor juntos indisolubles, necesarios. “Trae el vino negro. Esta noche quiero a todos mis fantasmas en las venas. Ellos despertarán con sus besos. La gloria, en nuestros entristecidos corazones”. Esta esperanza -antes anotada- no es más que una petición para conjurar la soledad, atiende al mundo humano y al de sus propias visiones y espíritus, ya que en el final él bien sabe y lo dice, el vino como excusa de un despertar que en si lleva ínsito el mundo del poeta asaltado de hallazgos en si mismo y en el afuera. De “Mitologías/La Balada de la Mujer Perdida” (1983) cito: “El Uro” Poema que nace a partir de un animal extinguido que habitó hace millones de años y que luego por los cambios climáticos quedó relegado a Europa y otras zonas, desapareciendo con posterioridad. Parecido a un toro de lidia, pero domesticable, fue patrimonio de los pueblos más antiguos. “Detrás del tiempo un animal me mira: él sabe lo que escribo porque antes del mí / ya ha sido un nombre. Es el uro.” Benítez con maestría excepcional lo convierte en un ser mitológico, ni siquiera en un animal mitológico, la resignificación de este ancestro hermoso y útil sobre la tierra, se torna en las palabras del poeta “un río, un viento (…) un hombre que huye de si mismo. Un animal pensante que añora volver al bosque del eterno presente…” instalando en este último verso la condición mítica que le asigna por encima de toda existencia real que hubiera tenido. Esa eternidad de los mitos atravesados por todos los tiempos y reasegurados en permanencia y disponibilidad. El uro valiente y sometido a las necesidades humanas y a la muerte pero también a pasiones reales -ya que fueron retirados de sus bosques naturales como privilegio de las monarquías aunque luego se les descuidó hasta desaparecer- es un ser traicionado por los hombres. Su retorno -en la voz poética- lo hace inextinguible y tal vez sediento de venganza, pero “No se mata a los muertos” él por encima de la contingencia del hombre y la historia, queda persistiendo, en calidad perduración que al hombre no alcanza porque el uro es anterior y posterior a él, es el mito. “Creyó extinguirme un cortesano del siglo diecisiete: la tierra lo cubren a él y a su estirpe, su esposa y su palacio. Ése es el hombre: polvo que tragan las colinas. “Soy el uro, lo real. Él es imaginario”. El poeta salva la leyenda como lo inalterable, de Sumeria a Lutero, pasando por la caída de los imperios de Cartago y Roma, queda la voz vigente del origen, realidad e imaginación son dos abstracciones alterables. De Behering y otros poemas (1985) cito “De tantas cosas que no puede”. L.B. alude en este texto a la poesía buscada con los cinco sentidos pero en este caso con el sentido del olfato. “De las tantas cosas que no puede / mostrar ciertamente la palabra, / la primera imposible es el olor / tan propio y exacto de las cosas”. Plantea el autor el tironeo constante que los poetas tienen al necesitar decir cómo se huele el recuerdoy la enorme incapacidad de las palabras para manifestar; esa resignada inclinación a la sugerencia, por no quedar otra salida, pero el perfume o el olor es otra cosa. Es materia inflamable dentro de si mismo, intransmisible, inquietud del desear y no poder por lo que “La memoria tal vez sea / sólo visión de olores olvidados” olores que describe “bellos y pesados como un remordimiento”. Lo sensitivo de su “mundo de olores” que no puede ser descrito moldea el poema y entrega algunas claves y enigmas. El desprendimiento y la autonomía de los perfumes es finalmente tal a la poesía en su misma condición de inasible, por ello dice “La poesía también es como el aroma”. Lo sutil como imposibilidad y como reto. De Guerras, epitafios y conversiones” 1989, cito “Lao-Tsé prepara una sentencia”. Breve como la fragilidad contundente del pensamiento taoísta, el poema advierte una premisa de esta filosofía “Nada de lo que diga/puede desviar la caída de una hoja. /Una palabra no /Frenará la otra / Es inútil que a éstos /´Que me escuchan dedique / Una verdad: la harán pedazos. De sus pedazos nacerá Lao-Tsé” Para acordar con el tao: nada para hacer, ese wu wei por el que nada debe ser forzado, un dejar actuar al ritmo natural de los aconteceres en que nada puede ser frenado o desviado. Y la verdad quedando sobre la caída de una hoja; en ese silencio nacerá el propio pensamiento de Lao-Tsé “Quien se abandona se identifica con el abandono”. De Fractal (1992), cito “Deja que Hable Ezra Pound” comienza advirtiendo “Si no tienes nada que decir cállate/deja que hable Ezra Pound”. Alude a su escritura con un oxímoron explosivo “esa finesse salvaje (…) que no adorna la cabeza del animal escrito (…) sino que sale de adentro del animal desfondado…”y así fue la vida y el oficio de Pound, la desmesura de su trabajo imperativo en el rigor delo oficio por el que fue a su mismo desfonde aceptado por él en Cantar CXX “He intentado escribir el Paraíso / Que nada se mueva / dejemos hablar al viento / ése es el Paraíso. / Que los dioses perdonen / lo que he hecho” y Benítez lo alude como “un monstruo de luz.”. De El Pasado y las Vísperas (1995), cito: “De lo que huye”. La insustancialidad de los prestigios y las famas, grisura en la que cae el hombre común buscándole a lo informe una forma social -congresos y simposios- lo perdurable?. Pero introduce recordando a un Blake que “se fatigaba en una imprenta esperando la conversación de ese día con los ángeles”, o que “Baudelaire se humillaba ante su madre”, esas instancias de lo sencillo en lo caro, esa autenticidad que no puede ensoberbecerse en los aspavientos. De La yegua de la noche (2001) cito: “Veo a una mujer maquillarse” Este extenso trabajo de indagación del mundo femenino, una observación afinada que va tejiendo un mundo paralelo de asociaciones, de mutaciones, de transformación ceremonial que la mujer hace con la construcción de su alter ego. “La otra como ella se ve debe ser dibujada por ésta, la que se asoma” dice de su fascinación por el dibujo que hace de ella misma, que un trazo la divide en dos, también su día y su vida. Una conversación también hace su juego, el de la convivencia de las dos mujeres en una, que en un ámbito íntimo y cerrado -mediando un espejo- apoyada sobre el criterio de lo especular divide y une, informa y corrige, intenta y consuma. No es adorno, es ensayo y recreación, arquetípica perfecta en la idea que tiene de si, agregación de gestos y de rostros aparece “máscara de la máscara ficción se cree que completa” De El venenero y otros poemas (2005) cito, “La Zamba” poema cuya voz es la del propio general San Martín como figura épica, que dirigiéndose a Remedios de Escalada habla de la soledad de ambos, la del héroe hasta su muerte extranjera y la de la que tiene la condena del amor en la sombra de sus ojos. La zamba es el instante en el que le preanuncia a modo de predicción un futuro que deberá aceptar con todo lo glorioso y triste lleva implícito, un poema que resucita ambientes de época y trayectos de fragua patria, en el que el héroe se compromete al sol efímero de la gloria y a las sombras de las soledades advertidas.
Concluye esta recopilación que ha sido un goce de lectura por lo mismo que en ella es una muestra del fervor del trabajo de Benítez, con el último libro De La tarde del elefante (2006) cito: “Una garza en Buenos Aires” el lugar ocupado por una garza en el Jardín Japonés, caída en el invierno ciudadano, de otro lugar, de su “orilla fatal del Amazonas” el ave con hambre fue “una precisa guadaña” y atendiendo al arrasamiento de lo instantáneo, hubo en el agua “un brusco asesinato de una garza con hambre”. El poeta no advirtió –dice- ese segundo en que se produce la extirpación. Tal vez así proceda la imagen en el poema cuando sucede, cuando vuela se lleva algo de la vida de quien absorto mira sus movimientos y lo aleatorio de la huída deja al poeta asaltado observándola.
ANA RUSSO