LA FUERZA DEL NO HACER
No hacer nada requiere fortaleza,
los débiles están siempre trabajando,
si el trabajo escasea lo inventan.
En cambio el que no hace nada resiste
todas las tentaciones que incumben al trabajo.
Entonces las tentaciones desfilan ante él
y es conducido al borde del barranco
como Cristo: arrójate, tómalo todo, adórame.
Y en su desierto del no hacer
persiste adusto y pobre,
desarrolla la gran fuerza del que
sabe cuál es su sitio y su destino
entre los hombres.
No hacer nada requiere fortaleza,
pero este es un don y por lo tanto
a su conocimiento
acceden sólo aquellos para el cual son llamados
LEYENDO POEMAS SE ME HA HECHO TARDE
Leyendo poemas se me ha hecho tarde,
no es ésta la primera vez que me sucede,
puedo apostar a que habrá nuevas oportunidades,
puedo abandonar toda la confianza que no me tengo
en apuestas como estas,
y cifrar en futuras tardanzas
la razón de mis seguros fracasos.
Puedo, de este modo, conocer algo de mi destino:
lo más firme en mí es el fracaso,
y todos mis fracasos me conforman uno,
componen y constituyen
mi mejor parte.
UN SIMPLE ESPECTÁCULO
Mi hija y yo observamos como entrenan perros.
No es por interés en el asunto,
es cierto que nos gustan mucho los animales,
hoy estamos aquí sin más cuestiones.
Apasible espectáculo:
hombres y bestias,
viento y un cielo gris,
luz a lo lejos, en los bordes,
donde quiebran las nubes.
Estamos bien aquí,
la tarde nos parece inmejorable,
echados en el pasto sin nada que hacer,
nada podría resultar mejor, tanto que
yo no se que es esto, como denominarlo,
si felicidad, busco el cómo y el porqué
sin nombre alguno todo me desborda,
sin nombre alguno, no está mal, mejor así.
Todo es inmensidad:
el pasto, el viento, la luz,
Todo importa, empero, nada es importante:
sólo grande y sin peso.
Estamos bien aquí.
MIENTRAS EL OTOÑO
Mientras el otoño
ocupa su lugar
en el hueso tibio de las cosas,
yo, como quien se sienta ver
un espectáculo,
espero a que la poesía de comienzo.
Austera y espléndida
unida a la osamenta fría del otoño,
casi al trasluz de las palabras.
Palabras
en las que apenas se apoya
a las que sólo
rosa
como las manos de un ciego
la seda.
LA CONFIANZA DE LOS PAJAROS
Una cardenilla y un cachilo
casi a mis pies.
Yo no me muevo,
todo movimiento
sería
una desconsideración.
Empero esta obligada quietud
es mi mayor libertad,
hace que me reconozca contenido
en un espacio sin lindes.
Siento que al saberlo
la brisa de la mañana
también lo sabe.
No es extraño
que esta sabiduría
hija del espíritu
sea la madre
de la confianza de los pájaros.
NADA MAS
Nada más pido a la tarde,
buen ejercicio es ceder
toda codicia.
Cierro los ojos:
tibieza del sol,
algo de frío en los pies,
ramas que se mecen.
¿Mañana qué habré de decir?
Tampoco importa.
Esta noche
bajo la lámpara
recogeré trozos de sol
con la punta de mis dedos
tocándome los párpados.
CAE LA LLUVIA SOBRE EL TECHO DE ZING
Cae la lluvia sobre el techo de zinc,
cae desde muy alto: las chapas
protegen más que el cemento denso.
Si alguna gotera se revela
y filtra su fría perla persistente,
qué tenemos allí:
es sabido:
ninguna perfección se ha dejado ver
sobre la tierra,
no obstante, acaso
esa arrasadora música sobre nuestras cabezas
como coro de ángeles.
Roberto Daniel Malatesta, (1961- Santa Fe) pubicó entre otros No importa el frío (2004) y Por encima de los techos (2004 -premio josé Pedroni de Poesía) colabora con el diario El Litoral, revista Fenix y Omero Poesía, entre otros, dirige su taller literario.