“Amor, así te quiero, / con recuerdo del café amargo/ en cada mañana sin nombre /y con el sabor a carne limpia / del hoyuelo de tu rodilla…
Ahora será un adiós verdadero/ el fango me ha envejecido cinco años,/
sólo resta el último salto,/el definitivo…
Si sientes algún día la violencia impositiva / de una mirada, / no te vuelvas, no rompas el conjuro, continúa colando mi café / y déjame vivirte para siempre.
Ernesto Guevara